La importancia de hacer recuerdos

En estos días recibí un mensaje en mi whatsapp que decía: “parece una eternidad pero solo es un viaje corto, disfrútalo” con la imagen de una niña que se mira en el espejo y su reflejo es el rostro de una mujer anciana. ¡Golpe al hígado!

La vida dura menos que un suspiro. Sí, lo sé y seguramente todos lo sabemos, pero poca conciencia tenemos de esto y nada hacemos para divertirnos en este viaje.

Vivimos, o mejor dicho sobrevivimos, contando números para llegar a fin de mes, escribiendo largas listas de cosas que NO podemos hacer, conjugando verbos en cualquier tiempo menos en presente; en definitiva convirtiendo la vida en una especie de cilicio que apretamos lentamente cada día.

Reconozco que la pandemia y sus primos hermanos (confinamiento, auto aislamiento, borrascas, terremotos) me llevaron al ‘lado oscuro de la fuerza’ hasta el punto de hacerme sentir que vivo dos migraciones en simultáneo, una dentro de otra. Los kilómetros que me separan de mis afectos los veo como galaxias enteras que se interponen entre nosotros y todo lo que solía ser o hacer me parece que fue en otra época, como en el paleolítico.

Caigo en cuenta entonces que los recuerdos son como una especie de kit de primeros auxilios o ese ‘rompa el cristal en caso de emergencia’. Funcionan como analgésico para aliviar los dolores del corazón. Placebo para continuar de pie en medio de las situaciones más adversas. Incentivo para sonreír aún cuando pareciera que no hay motivos para hacerlo. Claro, también están los recuerdos pesados, los que llegan cargados de nostalgia, culpa o dolor, ‘los tóxicos’ así los llamo. Son parte ineludible de la historia, pero prefiero –o trato- de no mirarlos mucho ni aferrarme a ellos.

Recordar me ha permitido salir de la cama en medio de los días más oscuros, despedir afectos desde el agradecimiento profundo y continuar creyendo en la humanidad.

Un pollo en salsa barbacoa, por ejemplo, que cociné en los meses más duros de 2020 me hizo viajar automáticamente a mi piso en El Caribe. Recordé a mi madre, a mi suegra, comiéndolo con absoluto placer cada vez que iban a visitarnos. Automáticamente la magia sucedió:  una Betty desde Granada sonrió con cada bocado que le dio a las piezas de pollo, evocando un bonito recuerdo y sintiéndose menos sola, porque de alguna manera ellas la acompañaron en la mesa aquel día.

¡Maravilla absoluta!

Es aquí, en medio de este maremágnum emocional que muchos estamos viviendo desde el 2020, que caigo en cuenta que el único propósito que deberíamos cumplir es construir recuerdos.

Apúntalo en el móvil, pon una nota en la puerta del frigorífico, activa el modo: vive y disfruta el viaje. Porque para tener recuerdos hay que VIVIR –sí, en mayúsculas- con conciencia que es muy corto el camino, aunque el día a día nos engañe haciéndonos creer que somos inmortales.

Así que corre y léele un cuento a tu hijo antes de dormir todas las noches. Busca un tutorial en YouTube de cómo hacer croquetas de jamón, prepáralas e invita a tus amigos a probarlas (Eso sí, revisa primero el número de personas permitidas por reunión). Lleva a tus padres a comer helados, de esos que te dejan la boca pintada de colores  –no te olvides de las mascarillas- Baila como si nadie te estuviera mirando, da igual si lo haces solo o acompañado. Muévete. Llama a esa persona que tienes metida en la cabeza y cuéntale lo que sientes por ella, no pierdas más tiempo. Invita a tu vecino a tomar café, manteniendo por supuesto la distancia social que se requiere por los momentos . Apúntate a clases de yoga, ciclo, Pilates, boxeo, salsa casino ¡a lo que quieras! –vale igual si lo haces online-. Salta en paracaídas –cuando pase la pandemia-. Mójate con la lluvia. Juega con tus sobrinos. Aún en las situaciones más adversas el mundo no se detiene.

Todo lo que hagas hoy serán hermosos recuerdos  que alimentarán no solo tu alma, sino también las de las personas con las que decidas compartir tus vivencias.

Betty Hernández.

Betty Hernández
Betty Hernández
Periodista, locutora y migrante. Experta en escritura digital, periodismo institucional, radio y redes sociales. Es venezolana, de padre canario y madre portuguesa, vive en Granada desde 2019.

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4 COMENTARIOS

  1. Gracias Betty! Me sacaste una sonrisa recordando una tarde de café en tu casa, y que Vale te pidió oreo… Gracias por los recuerdos y por inspirar a VIVIR viviendo; teniendo conciencia de lo que va sucediendo en el presente, coleccionando momentos que serán luego nuestro kit de primeros auxilios…

  2. A veces no hace falta emigrar para indemtificarse con tú escrito. Hermoso tú escrito. Estamos aquí vamos hacer recuerdos y a vivir a plenitud esos pequeños momentos que nos reactivan . Que bonito escribes Betty.

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