Así se luchaba contra las epidemias en el siglo XIX

Una exposición del Archivo Histórico Provincial de Sevilla arroja luz sobre el impacto de las enfermedades en la sociedad del siglo XIX y las medidas que se adoptaron para superarlas

Durante los siglos XV y XVI, Sevilla pasó a ser puerta y puerto de Indias; epicentro del comercio marítimo con América al que llegaban y del que partían centenares de personas. La algarabía de la ciudad sumada a la deficiente salubridad de sus calles y el escaso conocimiento médico la convirtieron, además, en un foco de epidemias y pestes.

Sin embargo, fue a principios del siglo XIX cuando el incremento de las comunicaciones comerciales con países que padecían enfermedades endémicas trajo consigo un mayor número de epidemias. Además de barcos, mercancías y personas, a través del puerto de Sevilla se adentraban enfermedades desconocidas hasta entonces en Europa.

La historia sobre cómo se produjeron estos episodios endémicos, así como las medidas llevadas a cabo para frenar su propagación se encuentra en los documentos que el Archivo Histórico Provincial de Sevilla, de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, expone durante este mes en la muestra ‘Documentos para la esperanza. De cómo Sevilla salió de las epidemias del XIX’.

La exposición, inaugurada esta semana por la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, desvela las consecuencias de paso de las enfermedades por la ciudad y las medidas que tomaron las autoridades para paliar sus efectos a través de documentos seleccionados que abordan las epidemias de fiebre amarilla, en 1880, y de cólera morbo, en 1833, 1854, 1865 y 1885 mediante testimonios procedentes de la Escribanía de Guerra, la Fábrica de Tabacos y la Real Audiencia de Sevilla.Certificado de defunción por fiebre amarilla, expedido en Gerena (1800). Escribanía de Guerra.

En 1800, la fiebre amarilla, también llamada plaga americana o vómito negro, asoló Sevilla, produciéndose el primer foco en el arrabal de Triana y propagándose rápidamente al barrio de los Humeros y de ahí al casco urbano. Junto a los brotes de la ciudad hispalense destacaron los de Cádiz y Málaga, que expandieron la epidemia por otras zonas de Andalucía en años posteriores.

Las autoridades pronto tomaron medidas higiénico-preventivas con el objetivo de salvaguardar la salud pública y evitar que la enfermedad siguiera propagándose: se prohibieron los enterramientos en las iglesias; se nombraron dos médicos para el barrio de Triana y de los Humeros; se estableció un hospital; se habilitó en el mismo barrio un cementerio y la Junta de Sanidad prestó asistencia material y sanitaria. Además, se suspendieron las funciones de teatro, las corridas de toros y las diversiones públicas en general.

Debido al progresivo avance de la enfermedad, se prohibió también la comunicación entre barrios y ciudades contagiados (como El Puerto de Santa María, Jerez y Cádiz); se habilitó provisionalmente parte del Hospital de la Sangre, actualmente sede del Parlamento de Andalucía, como hospital general de pacientes epidemiados y se dispuso el cierre de la mayoría de las puertas de la ciudad.

La fe de sanidad, utilizada para demostrar que no se padecía enfermedad contagiosa, era condición para acceder intramuros, además, las personas procedentes de zonas contagiadas debían guardar la debida cuarentena en un lazareto extramuros. La fiebre amarilla trajo consigo una situación crítica en la que las arcas municipales se resintieron, escaseando los bienes de primera necesidad y el auxilio a los más necesitados. Durante los meses que duró, la epidemia diezmó en torno a un 18% de la población.

Entre los documentos de la exposición del Archivo Histórico Provincial de Sevilla en relación a la epidemia de fiebre amarilla destaca el certificado de defunción referido a Pedro Amselmi, expedido por el cura de la iglesia parroquial de Gerena a instancias de un familiar: “…Doy fe que en once de Noviembre de mil y ochocientos se enterró en el osario de esta Iglesia el cuerpo difunto de Pedro Amselmi, marido que fue de María Librada Jaén. No testó, murió del contagio, pobre de solemnidad aquí, aunque en su país dijo tener algunos bienes…”Edicto e informe sobre la epidemia de cólera-morbo en las ciudades de Sevilla y Cádiz.

El Archivo también pone a disposición del visitante documentos del Fondo de la Real Audiencia de Sevilla, como el detallado informe, emitido por la comisión especial de cólera-morbo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, que responde a la solicitud del Obispado de esta ciudad para seguir sepultando cadáveres en el interior de la Catedral.

No obstante, otra enfermedad infecciosa azotó nuevamente a la población sevillana en el verano de 1833 y hasta finales de 1834. La cólera-morbo asiática, procedente del río Ganges en la India, devastó extensas zonas Europa y América, entrando en la Península Ibérica desde Oporto por el puerto de Vigo y desde el Algarve por Huelva.

Declarada la epidemia en Huelva, Sevilla actuó pronto con medidas higiénico-preventivas para hacerle frente: se ordenó la limpieza de domicilios y aseo de las calles, se prohibieron las reuniones públicas y espectáculos, se dispuso el cierre de teatros y la suspensión de corridas de toros, entre otras. No obstante, el contagio acabó llegando de nuevo a través del arrabal de Triana, en consecuencia, se dispuso la incomunicación de la ciudad con la provincia y se crearon lazaretos.

Para evitar que la enfermedad siguiese propagándose entre la población se estableció un cordón sanitario cortando el puente de Barcas que unía el barrio con el casco urbano. Asimismo, se estableció, con carácter provisional, un hospital para enfermos coléricos y se habilitó un hospital para pobres epidemiados.

La documentación presente ‘Documentos para la esperanza. De cómo Sevilla salió de las epidemias del XIX’ comprende tanto las normas higiénico-sanitarias impuestas por las autoridades como los informes emitidos por los órganos administrativos competentes o las concretas actuaciones llevadas a cabo por sujetos privados en respuesta a la enfermedad.

La exposición estará abierta de lunes a viernes en horario de 9:00 a 14:00 horas en la sede del Archivo, situado en la calle Almirante Apodaca número 4. Las personas interesadas pueden, además de contemplar en la exposición los documentos originales, obtener reproducciones digitalizadas de los mismos en su web, así como copias de los documentos adicionales que complementan la exposición física.

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