Desolación y tristeza provoca el informe sobre las inversiones en obras públicas de la Junta de Andalucía en Granada. No le sobra razón a alguna asociación empresarial granadina cuando la denomina el “día de la marmota”. Año tras año, desde el inicio de la autonomía andaluza, los tozudos números nos dan un guantazo de realidad. Mientras la inversión en licitación pública por granadino asciende en el último cuatrienio a 694 euros se constata que en otras provincias andaluzas es casi el doble. Lo cual, nos lleva a pensar seriamente a los granadinos si los culpables de tal desproporción son nuestra clase política.
No hay que irse muy lejos en la hemeroteca de este diario para comprobar la “maldición” que los grandes proyectos revitalizadores de esta provincia siguen durmiendo el sueño de los justos en los distintos cajones de las administraciones competentes, y que recurrentemente aparecen en los programas electorales de los partidos en cada una de sus campañas. Proyectos que cíclicamente no se ejecutan por nuestros políticos en sus respectivas legislaturas o mandatos; y que huelga decir son de vital importancia para nuestro desarrollo económico ¿hablamos del cierre de la primera circunvalación, de las canalizaciones de la presa de Rules, de la Granada cultural con la creación y/o rehabilitación de sus museos, de los accesos al Albaicín, los de la Alhambra, de la ampliación del metropolitano, de la comunicación férrea mediterránea o central, de la ampliación de Sierra Nevada…?
El pasado viernes leía un excelente artículo de Paco Martín en un diario granadino escribiendo sobre ello; y sin mencionar el cainismo cateto y secular de nuestros políticos locales, dejó entrever su terrible responsabilidad con sus ciudadanos. La falta de liderazgo político hace que no se concluya ningún importante proyecto en nuestra territorio, de la que se han ido aprovechando otras ciudades hermanas. Sin ir más lejos, hace unos días aparecía la noticia de que la multinacional americana de búsquedas, propiedad de Larry Page, apostaba por Málaga como su centro de ciberseguridad, noticia seguida por otra de mayor impacto “el ayuntamiento malagueño da luz verde al concurso para dos nuevas universidades privadas”. SI a esto le sumamos sus 40 museos en activo, se entiende la repercusión internacional de esa ciudad con un claro proyecto de futuro que alterna turismo de sol con turismo cultural y una planta tecnológica I+D+i de primer orden internacional. Todo ello gracias a la gestión de un departamento municipal multidisciplinar de búsqueda, seguimiento y asesoramiento hasta su puesta en funcionamiento de proyectos de interés general.
Año tras año examinamos los mismos datos con los mismos resultados, lo que hace frustrante la dedicación y preocupación que distintos colectivos ciudadanos realizan escribiendo, aconsejando o suplicando la implementación de esos programas olvidados. Si no fuese por la inestimables actividad de nuestra reconocida Universidad aun estaríamos mucho peor. Su empuje y dedicación han hecho posible que grandes proyectos sanitarios, de infraestructuras o de investigación hayan recalado en nuestra tierra. El ultimo, el impresionante proyecto del acelerador de partículas que en su recta final reportara miles de puestos de trabajo y una inversión de magnitudes importantes.
El ejemplo de nuestra Universidad debe ser un acicate para una clase política adormecida en sus sillones, que se haya lejos de la realidad social y económica de nuestra provincia; y que adopte las medidas necesarias para escapar del triste puesto de estar entre las cuatro ultimas provincias de riqueza del país, o que en esta pandemia hayamos sido los que más hayamos retrocedido en nuestros PIB con más del 12%.
Granada es una distopía de sus políticos, sacudida por una realidad alarmante de destrucción que debe pararse inmediatamente.
Granada es de las últimas provincias industrializadas.