En algún otro momento reciente me he referido al libro de mi amigo Juan Antonio Fernández Arias, ‘Crónica de la Falange almeriense 1933-1939’, en cuyo acto de presentación tuve el honor de participar hace unas semanas, en un espacio público para la cultura, la libertad y la pluralidad como es la Biblioteca Municipal José María Artero.
Este acto y este libro habrían pasado sin pena ni gloria en cualquier otro tiempo reciente, hasta hace más o menos unos seis años, cuando el clima sociopolítico almeriense empezó a teñirse de ese totalitarismo de izquierdas que nos ha llevado, entre otras cosas, a estar dirigidos por el gobierno de los más tontos, los más torpes, los más inexpertos, los más vagos y los más caraduras.
Un gobierno con el que está encantada gentuza como Óscar Rodríguez Barreira, que dice que es profesor de Historia y al que conozco hace tiempo, por haber coincidido en algún momento y lugar en mis estudios de doctorado en Historia en la Universidad de Almería.
Óscar es, no ahora por este episodio sino desde siempre, el prototipo de comunista totalitario y modelo ejemplarizante de sectario ‘tontolnabo’: un tipo tan simple que está absoluta y rotundamente convencido de que sólo sus ideas son válidas y de postulados tan peregrinos como el de que la democracia y la libertad consiste en compartir esas ‘churri-ideas’ con él.
El tipo, el tipejo, publicaba un artículo el pasado martes, firmado como ‘profesor de Historia’, que es un dechado de posturas totalitarias, partiendo la de que el fascismo es algo a perseguir porque sí, a no tolerar bajo ningún concepto (no dice nada del comunismo, que a lo largo de esa historia que él ignora deliberadamente ha protagonizado muchas más dictaduras y mucho más cruentas que el fascismo) y aterrizando en la de que los libros de historia han de ser escritos por quienes él considera historiadores, es decir, titulados en historia, lo cual dejaría fuera del círculo a algunos de los más importantes historiadores que han existido; y pese a lo cual él se permite el lujo de publicar en prensa como si fuera un periodista y de dar lecciones a los profesionales de este gremio mío, afirmando que deberíamos obviar obras como ésta.
Es, precisamente, contra esta gentuza totalitaria, enemiga a muerte de cualquier idea que no sea la suya, censores de cualquier libertad no sostenida por ellos, contra la que hay que luchar si queremos de verdad vivir en una democracia. No hay duda de que Óscar sería, en otra época, uno de los que quemasen libros como éste de Juan Antonio en pilas ardientes en mitad de las plazas de pueblos o ciudades o, lo que es peor, de los que invitasen a sus contrarios políticos a dar ‘paseos’ por la Garrofa, como hicieron ciertos hijos de mala madre durante la Guerra Civil en Almería.
