Botón de emergencia

Una de las ironías más grandes de convertirnos en adultos, es que terminamos haciendo las cosas que criticamos cuando teníamos 20 –inmortales- años. Yo, por ejemplo, siempre me burlaba de las personas que iban al gimnasio a correr sobre la cinta de una máquina de ejercicios. ´¡¿Pero cómo alguien se encierra en un lugar a correr cuando se supone que lo mejor es hacerlo al aire libre?!´. Y heme aquí, a mis 40 por dos años consecutivos, corriendo sobre un aparato malévolo que me hace sentir que voy a morir cada vez que subo a él.

Precisamente la idea de este artículo nació en la cinta para correr, cuando a punto de desfallecer veo una pieza de colores que dice ´Botón de emergencia´, que para mi lo que en realidad quiere decir es que, cuando comience a ver la luz al final del túnel, debo cerrar los ojos y apretar, con todas mis fuerzas, el botón para ahorrarnos cualquier escena dramática en el lugar.

Me pareció el mejor invento de todos. Me emocioné tanto que comencé a buscar sobre aquella cibernética pieza electrónica el nombre de la persona que la inventó. Quiero conocerla, abrazarla y por supuesto hacerme una foto para subirla a mi cuenta de Instagram. ¡Botón de emergencia! ¿Se imaginan la de las cosas que nos podemos ahorrar si en la vida, ante cualquier situación incómoda, tuviéramos la oportunidad de apretar un botón así como este?

Pero, antes de continuar debo decir que viví una situación extremadamente paradójica. Por más que las piernas no me daban y mis jadeos sobrepasaban el nivel de la música del gimnasio, no pude activar el bendito botón. Me dio miedo que se parara de golpe y la máquina me escupiera como un pedazo de trozo de carne atascado en la garganta. Así que me sujeté muy fuerte a ella, como si estuviera montando un potro desbocado, y cuando estuve lista simplemente toqué algo que decía ´apagar´. Se detuvo muy lentamente, con la misma sutileza de un amante que te toca por primera vez, y luego de unos segundos todo volvió a la calma.

Atónita, me di cuenta que aunque tuviéramos la opción de recurrir a un botón de emergencia que nos librara de situaciones, y personas, indeseadas, no lo utilizaríamos. O puede que sí, pero de una forma extremadamente subjetiva y a conveniencia.

Por naturaleza, y sin darnos cuenta, en determinadas situaciones escogemos vivir bajo la agonía de algo o de alguien, antes de activar el botón, parar todo de golpe, decir ´hasta aquí llego yo´ y bajarnos de la cinta que nos lleva constantemente a callejones en llamas. Y esto ocurre, quizás porque nos sentimos tan fuertes que creemos que podemos con todo, o porque -inconscientemente- nos gusta interpretar el papel de la víctima, o porque nos da miedo dejar de sentir miedo. ¡Qué curioso, verdad!

Mañana, seguramente iré de nuevo a enfrentarme a ese monstruo gigante de dos cabezas, me refiero a la cinta, mientras reflexiono sobre otra cosa absurda que critiqué hace dos décadas y que hoy hago con total desparpajo y naturalidad. Quien diga que no cambia con los años, realmente no se ha visto en un espejo o apuntado a un gimnasio.

Betty Hernández.

Betty Hernández
Betty Hernández
Periodista, locutora y migrante. Experta en escritura digital, periodismo institucional, radio y redes sociales. Es venezolana, de padre canario y madre portuguesa, vive en Granada desde 2019.

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