Los granadinos que pudieron, o no quisieron

Ha publicado Joaquín Alfredo Abras Santiago en un diario granadino un escueto artículo sobre la división territorial de España de 1833 y sobre cómo, en ese momento y en otro posterior, 147 años después, entre 1980 y 1981, se produjo la agregación de Granada a la actual Andalucía, de la mano de Javier de Burgos y de Manuel Clavero Arévalo. En él Abras viene a señalar que tal hecho podría haberse evitado por los granadinos Javier de Burgos y Antonio Jiménez Blanco, que no lo hicieron.

El artículo es muy elegante y comedido. No obstante, me tomo la licencia de hacer dos puntualizaciones breves, porque sobre ellas mucho se puede debatir y este no es el lugar ni el espacio. Tiempo habrá.

En el caso de Javier de Burgos, que realmente no fue el artífice único de la implantación de la división territorial departamental de influencia francesa, sino que le precedieron en su trabajo otros intelectuales que como él porfiaron, más con la vista puesta en Francia, la Ilustración, los borbones, los lamentables “Pactos de familia” del XVIII y con Napoleón en el XIX, en acabar con la organización territorial de reinos que otra cosa. De este modo implantó el sistema francés e impuso la división por accidentes geográficos y necesidades administrativas, al margen del sentido histórico. Es decir, que el motrileño Javier de Burgos, sabía lo que hacía y por qué lo hacía, y lo hizo.

En el caso de Antonio Jiménez Blanco la cuestión fue netamente distinta. No recuerdo yo que ni él, ni en su momento otro granadino, Jiménez de Parga, nada se dijeran al respecto. La cuestión resultó del engaño que supuso la reunión celebrada en Jaén, en el Castillo de Santa Catalina, cuando se vino a acordar por los distintos representantes de las fuerzas políticas, que se celebrara un referéndum conjunto en las 8 provincias para exigir la vía del 151 de la CE. El resultado ya sabemos cuál fue. Una única Andalucía desconocida política y administrativamente, frente a la que el partido en el Gobierno (UCD), con Gabino Puche desde Jaén y con Martín Villa desde Madrid, articularon la torpe respuesta de compensar el resultado del referéndum andaluz del 28-F, con la creación de la comunidad autónoma de Castilla y León, de 9 provincias.

Por tanto, en ambos casos, los granadinos que pudieron, no fueron tales. Javier de Burgos quiso y Antonio Jiménez Blanco o no pudo o no quiso.

Los que realmente pudieron evitarlo de haber tenido claro su sentimiento de pertenencia a Granada y su deber con ella a la que decían representar, no fueron precisamente los personajes que alude Joaquín Alfredo Abrás en su artículo. Los artífices de lo que hoy padecemos están aún presentes —espero que por mucho tiempo— entre nosotros. Incluso alguno de ellos ocupa ahora un preeminente cargo político en su respectivo partido. Es a estos a quienes hay que demandar el resultado de su impropia negación. Y ahora parece llegado el momento, cuando buena parte de la población de Granada recupera la memoria y comienza a pedir explicaciones.

Felicito al señor Abras por su artículo, necesario en este momento se debe poner en claro el latrocinio sufrido por Granada a lo largo de cuatro décadas aciagas, por razón de la integración en la comunidad autónoma andaluza, en la que parece que una mayoría de granadinos “no quiere estar”.

CÉSAR GIRÓN

César Girón
César Girón
Granadino, entre otras cosas es Letrado de la Junta de Andalucía, abogado, y escritor. Actualmente es presidente de distintas entidades intelectuales como Granada Histórica o Sociedad Civil de Granada Juntos por Granada. Colaborador de distintos medios de comunicación de ámbito local, regional y nacional.

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