Caraduras, mafiosos, vándalos, perroflautas, maleantes… Estos son algunos de los términos utilizados en los últimos años por periódicos y otros medios de comunicación para referirse a las personas que habitamos el Cerro de San Miguel Alto. Además, en diversos artículos se vuelcan sobre nosotr@s una serie de acusaciones, la mayoría falsas, algunas contradictorias, y otras sin sentido ni fundamento.
Con este tipo de noticias, se esfuerzan en mostrar la vida del cerro como un problema para la ciudad y su gente. Sin embargo, las leyendas urbanas se van desmitificando y la credibilidad de aquellos que retratan el cerro como un “agujero negro”, está en caída.
En una de las noticias se habla de “el problema enquistado” de las cuevas ocupadas,
acusando a sus habitantes de cualquier problema que acontezca en los alrededores de la zona, como los graffitis y desperfectos de la muralla y de las escaleras de granito, las caravanas que acampan en el pinar, las hogueras, las fiestas, los botellones, los residuos, la suciedad, el vandalismo…
Todo es atribuido a los residentes del Cerro de San Miguel:
“Escandaloso el deterioro de la muralla, a la que han llegado a arrancar algunos de los ladrillos para poder subir a lo alto” (Granada Hoy 17/11/2021).
“La mafia que se ha instalado en las cuevas genera inseguridad en todo nuestro barrio. No hay más que pasarse por Plaza Larga y ver las escenas diarias” (Ideal, 19/11/2021).
(…)
Acusaciones como que “talan árboles y arrancan las pitas de la tierra para hacer bongos”, además de ser pobres argumentos, resuenan a un bajo nivel cultural de la persona que lo afirma; Los habitantes del cerro sabemos que la flor de la pita, que puede llegar a los cinco metros de altura, tras secarse se desploma, pudiendo causar daños y destrozos. Es por eso que hay que anticiparse y quitar la pita antes de que eso pase -respetando el ciclo de esta y habiendo dejado que las semillas caigan por si mismas- . También sabemos que la madera de la pita puede ser aprovechada para usos muy diversos, utilizando así los recursos del entorno, y sirviéndonos de una
planta que ni tan siquiera es autóctona, fué plantada aquí por el ayuntamiento, años atrás (pues también se nos apunta el tanto de haber invadido el lugar con vegetación no autóctona).
Se acusa a los moradores de las cuevas de que “simplemente llegan, van picando, se levantan su tenderete y luego lo consolidan como edificio anexo” (Ideal 19.11.2021). Sin embargo, ya en los años cincuenta, había en el cerro más construcciones que las que se ven a día de hoy. En una fotografía aérea de 1953 se puede apreciar un barrio construido como tal. Las lluvias torrenciales de 1963 fueron la excusa para desalojar el barrio y dejarlo al abandono. Algunas casas fueron destruídas, y los escombros fueron amontonados en el mismo cerro, conformando alguna de las pequeñas colinas que lo componen. ¿Es así como se cuida, y se protege el patrimonio histórico de
Granada?
Hace unos veinte años, cuando comenzaron a re habitarse las cuevas vacías el lugar se encontraba prácticamente desértico. En esos momentos a nadie se le ocurrió convertirlo en un museo cuevero, complejo hotelero o geoparque. Las cuevas se ocuparon, y es gracias a que están habitadas que se salvan del deterioro provocado por las lluvias, la humedad, y el abandono.
La vida al cerro ha vuelto de manera paulatina, aprovechando las cuevas ya existentes desde hace siglos, no picando cuevas nuevas. Con la vuelta de moradores volvieron los caminos cuidados y las bajadas de agua, los árboles para dar sombra y cobijo, la vegetación que frena la erosión y la desertización del suelo. Se mantiene y se arregla lo que ya estaba. Si bien a paso lento, con firmeza y buena intención. Y no de cualquier manera, pues lejos de querer destruir, estropear o expoliar el lugar, trabajamos para cuidarlo y mejorarlo, en medida de lo posible.
“Desde la concejalía de derechos sociales trabajan con las familias que verdaderamente necesitan una alternativa de alojamiento, porque la situación de las cuevas es de completa insalubridad” (artículo El país, 2013)
Es curioso notar que en años anteriores se quería expulsar a los ocupantes de las cuevas debido a la supuesta peligrosidad, mal estado e insalubridad de las mismas. Sin embargo, ese argumento parece haber sido abandonado.
En una de las noticias recientes dice así: “No vamos a tener ningún miramiento con quienes sabemos que viven allí por puro placer o porque es un entorno idílico. Si es idílico, queremos que sea para el conjunto de los ciudadanos y no para unos pocos”
Por supuesto, el cerro, como cualquier otro barrio, es para todo aquel que quiera visitarlo; para todos los que pasean cada tarde por aquí y disfrutan de sus atardeceres y de su entorno que, como bien dice, es idílico. No es intransitable, no es sucio y no es peligroso.
Ninguna de las cuevas habitadas está en estado de ruina, a pesar de las calificaciones ofrecidas por arquitectos que ni tan siquiera lo han verificado presencialmente. Muchas de ellas han sido sometidas a examen por arquitectos que han constatado en todo caso la solidez estructural de las mismas.
Con toda esta colección de acusaciones, insultos e injurias, se olvida que el cerro lo
habitamos PERSONAS. Familias, estudiantes, trabajadores de diversos gremios y oficios, desempleados, jubilados… Y en el cerro pasan cosas más allá de lo que se pueda ver desde fuera.
En el cerro han crecido los árboles, que ya dan sus frutos, y han nacido niños, que están creciendo juntos, sanos, felices, y que son inseparables. Irnos a otro lado supone romper con la vida vecinal que se ha creado con el tiempo.
Pero entonces a los vecinos de Granada (según se afirma en el Ideal, 19/11/2021) les acecha una nueva duda:
“Si no pueden tener cuevas allí, se van a ir a otro lado”,
(…)
Vecin@s de las cuevas del Cerro de San Miguel Alto. Diciembre de 2021