Carmen Posadas: “Todos los escritores valemos lo que vale nuestro último libro”

Son las doce del mediodía. Con libreta y grabadora en mano, marco un número telefónico que recibí por correo electrónico. De alguna manera estoy preparada para que conteste otra persona y me pida que espere en línea. El teléfono suena un par de veces. De pronto una voz saluda. Pareciera sonreír con las palabras, mientras las pronuncia con un tono amable y cercano. No hay duda, es Carmen Posadas la que está al teléfono.

Durante 45 minutos conversé con la escritora uruguaya nacionalizada como española, sobre los elementos perturbadores que suelen aparecer durante el proceso de su creación literaria. La autora de La leyenda de la Peregrina –su mas reciente novela- reconoce padecer del Síndrome del impostor, convivir con la voz crítica interna y jugársela en cada libro que escribe. Sin embargo, con el tiempo ha sabido trasformar lo que podría ser para muchos ´situaciones negativas´, en impulsos para alcanzar lo que se propone; no dejarse vencer por nada ni por nadie y trabajar su seguridad en el mundo de las letras.

¿Ha sentido el Síndrome del impostor, la voz crítica perturbadora o lo que algunos escritores llaman el enemigo interno?
Tengo que decir que hasta que supe que se había acuñado el término del Síndrome del impostor, pensé que era algo que solo me pasaba a mi, que el resto de la gente no tenía esa sensación y que todo se debía a mis circunstancias personales, porque yo en la vida lo he hecho todo al revés.
Normalmente la gente primero estudia, luego trabaja y después se casa. Yo empecé casándome y abandoné la universidad. Solamente fui una semana y cuando comencé a escribir, ni siquiera me atrevía a decir que lo estaba haciendo. Pensaba, primero, que como no había ido a la universidad no tenía suficiente bagaje intelectual, y después porque la literatura era el mundo de mi padre, que además de diplomático, había dado clases de literatura; era ese tipo de personas que aprendía ruso para leer a Tolstói y griego para leer a Homero. Decía que después de lo que había escrito Shakespeare o Cervantes no tenía nada que añadir y que jamás se le ocurriría escribir una sola línea.
Entonces que la nena dijera que quería ser escritora me parecía como una profanación del territorio mítico de mi padre, por eso comencé escribiendo para niños, precisamente por esa inseguridad, pensaba que era mucho más fácil escribir para ellos que para adultos.

Y que a mi me parece dificilísimo, escribir para niños…
Eso te iba a decir, que es muy difícil, pero bueno tuve suerte. Con el primer libro me dieron un premio, el premio del Ministerio de Cultura al libro mejor publicado de ese año y entonces eso me dio mucho ánimo.

¿Cómo pasas de escribir cuentos infantiles a novelas, a pesar de lo que sentías, de no tener una profesión universitaria? ¿Apagaste la voz, venciste el miedo, los premios te ayudaron?
Bueno en realidad no se calla nunca esa voz. Quizás es crear algunos trucos para que no te afecte a la hora de escribir. Por ejemplo, para mi era muy importante la aceptación de mi padre, entonces yo durante muchos años le mandaba los libros que escribía pero no contestaba ni mu, nada. Y otro libro más, y otro libro mas, hasta que por fin escribí mi primera novela. Él estaba en Uruguay para ese momento, era la época del fax y se la envié por ahí, pero antes de hacerlo dije “este es el ultimo libro que le mando a papá, si no me contesta me voy a olvidar de este asunto de pensar todo el tiempo qué opinará él”.
De repente empieza a salir un fax muy, muy largo. Era de mi padre. Acababa de leer la novela, le había encantado y me hacía una crítica del libro. En mi vida he tenido críticas en The New York Times, The Washington Post, de lo que tu quieras, pero nada ha sido más importante para mi que ese fax.

Si enviarle lo que escribías era uno de tus trucos para enfrentar el Síndrome del impostor ¿la desaparición física de tu padre afectó de alguna manera tu escritura? ¿el síndrome se intensificó o su muerte fue un incentivo para seguir escribiendo?
Cuando él murió yo ya llevaba bastante tiempo publicada. Había ganado el Premio Planeta, tenía reconocimientos y mis obras estaban traducidas en 17 idiomas. A medida que uno progresa en esto, se va ganando seguridad. Lo que pasa es que todos los escritores valemos lo que vale nuestro último libro. Tienes que estar pasando reválida con cada libro.

¿El éxito puede significar luego una sombra para continuar?
Si, de hecho yo creo que nos pasa a todos. Puedes tener un éxito cósmico y en la próxima novela tienes que volver a cautivar al lector.

Bueno afortunadamente eso no te ha pasado a ti que has continuado escribiendo.
Si, pero ese vértigo existe.

¿Siempre?
No te sirve de nada haber tenido un éxito enorme porque te la vuelves a jugar con el próximo libro.

¿Te comparas con otros escritores? ¿Has pensado ´no soy tan buena como…´?
Algunas veces me ha servido de mucho los impulsos negativos. Por ejemplo, antes de recibir el Premio Planeta tenía un amigo escritor muy exitoso, que me miraba por encima del hombro. Me ´basureaba´, como diciendo ´nunca serás nadie´. Un día escribí en una cartulina ´just you wait´ con el nombre de la persona que me basureaba y me ayudó muchísimo a escribir la novela con la que gané el Premio Planeta. A veces, los impulsos negativos son muy útiles en la vida.
(La frase original es Just you wait Mr. Higgins de la película My fair lady, que cuenta la historia de una florista que no sabe hablar y despierta el interés de un profesor de lingüística que apuesta con un amigo de que en tres semanas la convertirá en una duquesa, pero durante todo el proceso la maltrata, por lo que el personaje, interpretado por Audrey Hepburn, repite Just you wait Mr. Higgins)

¿Ese sería otro truco? ¿Usar los impulsos negativos a favor?
Si, ese es otro truco.


Betty Hernández.

Betty Hernández
Betty Hernández
Periodista, locutora y migrante. Experta en escritura digital, periodismo institucional, radio y redes sociales. Es venezolana, de padre canario y madre portuguesa, vive en Granada desde 2019.

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