Presbicia marchita

Llevaba meses viendo ´raro´. Ya saben, alejando la pantalla del móvil para poder leer los mensajes o casi cerrando los ojos para descifrar qué decía la pizarra de la parada del autobús. Yo sabía que tenía astigmatismo, pero esto era diferente. Un día decidí ir a la óptica -tardé meses, más por pereza que por otra cosa- llegué puntual a la cita, seguí todas las instrucciones que me indicó la chica, simpatiquísima, que ahí trabajaba, hasta que –luego de 30 minutos examinando mis ojos- sentenció, mascarilla de por medio, ¡usted tiene presbicia!

Yo, que nada sé de términos relacionados con la vista, ni con ningún otro órgano del cuerpo, le pregunté que eso qué quería decir. «Problemas para ver de cerca». ¡Eso, si, si tengo eso! Le contesté un tanto eufórica, como si hubiera encontrado el remedio para combatir la celulitis. Ella, para explicar con más detalles el hallazgo añadió: es normal que aparezca la presbicia a su edad, a medida que pasan los años todo se va marchitando.

Por tres segundos me sentí como la hoja de un árbol que cae lentamente al suelo en invierno: seca, marrón y por supuesto marchita. Nunca en mi vida nadie había usado el verbo marchitar conmigo. Me recuperé pronto. Atiné a decirle que leo mucho y trabajo desde el ordenador, que quizás eso ha influido en mi vista, pero ella, más firme que un funcionario de la Tesorería General, recalcó que la presbicia aparece en las personas a medida que envejecen, «a partir de los 40 todo se va marchitando».

En ese momento recordé la entrevista de María Teresa Campos con Anne Igartiburu, en la que confesó, con mucho pesar, que sufría por no tener un trabajo, una participación, algo, debido a su edad. «Sé que soy mayor, pero no sé por qué no hay ninguna televisión de este país para mí. Yo necesito trabajar». Me dio mucha pena escuchar eso de María Teresa y también curiosidad por saber si Igartiburu pensó que le podía suceder lo mismo; no lo de envejecer, sino que ´la saquen de circulación´ dentro de algunos años.

En 2011 Jane Fonda -que en ese entonces tenía 74 años- dio una charla TEDxWomen llamada El tercer acto de la vida, en la que se preguntaba «¿cómo podemos vivir este tiempo? ¿cómo podemos vivirlo con éxito? ¿Cuál es la nueva metáfora apropiada para el envejecimiento? » Sin entrar en cómo se ve esta mujer gracias –o no- a retoques estéticos, Fonda llegó a la conclusión que la metáfora más apropiada para el envejecimiento era una escalera: «la ascensión del espíritu humano que nos da sabiduría, integridad y autenticidad». ¡Bravo!

¡No hay nada peor que llegar a viejo! Se lo escuché decir a mi padre muchas veces. Por un lado, entendía que su malestar se debía a las enfermedades que padecía, pero por otro lado esa sensación de desamparo era producto de una sociedad que silencia, desaparece y excluye a las personas mayores. Basta con ver las políticas de los bancos y cómo sufren las personas mayores.

Normalizamos el miedo como parte de la vida, como un miembro mas de la familia, aun en la etapa de la adultez. Nos atemoriza ser viejos por todos los estereotipos asociados a la edad, las políticas implementadas para contratar en puestos de trabajos a personas menores de 40, la desacertada visión de que después de cierta edad ´todo se marchita´.

¿Es que acaso no conocemos personas de 30 años que ya les pesa la vida, adoloridos de la cabeza a los pies, con presbicia, astigmatismo y miopía? A veces no se trata solo de la edad.

Yo, que soy muy fan de la Fonda, le compro la idea sobre eso del espíritu humano. En algunos casos, la forma en cómo concebimos la vida no se debe a un cuerpo con dolores y enfermedades, si no mas bien a un espíritu abatido por las perdidas, los fracasos y en no saber cómo salir de ahí.

Pesa más el ´cómo´ que el ´qué´. Da igual la edad, pero sorprende mucho más ver a una persona mayor, con historias dramáticas a cuestas, disfrutando de la vida. Cuando entendemos que no podemos controlar lo que sucede, pero sí cómo reaccionamos a lo que nos sucede, el espíritu humano nunca se marchita.

Betty Hernández.

Betty Hernández
Betty Hernández
Periodista, locutora y migrante. Experta en escritura digital, periodismo institucional, radio y redes sociales. Es venezolana, de padre canario y madre portuguesa, vive en Granada desde 2019.

Articulos Relacionados

Deja un comentario

Nuestras Redes Sociales

960FansMe gusta
100SeguidoresSeguir
1,688SeguidoresSeguir

Últimos Artículos