Las promesas, de unos tipos que nos iban a salvar la vida, han protagonizado titulares de prensa, televisión, radio… y han resonado en pabellones deportivos, teatros, parques y demás recintos acondicionados para un sinfín de mitines y actos públicos, con alto coste económico por cierto, donde los señores candidatos se han dedicado durante años a enumerar sus méritos,sin tenerlos en la mayoría de los casos.
Sin embargo, parece que unos y otros no han conseguido llevar a cabo sus propósitos, o es muy posible que no supieran lo que estaban prometiendo. De todas formas, no han conseguido mejorar nuestro nivel de vida, que ha bajado, no han sabido contentar ni a los trabajadores, ni a la patronal, ni a los sindicatos. Eso si, muchos restaurantes de lujo, resorts de fantasía, marisquerías, urbanizaciones de primer nivel, concesionarios de coches de alta gama, diseñadores de moda, peleterías y colegios de pago, de “mucho pago” diría yo; de los que consiguen que un zopenco acabe teniendo su propio bufete. Todos esos deben estar felices, siguen haciendo caja. Porque lo peor de todo es que eso de las promesas y las ideas luminosas, los mítines y los sueldos espectaculares(para ellos, claro) sigue todavía, y no tiene pinta de que entreguen la cuchara.
Nuestros cinturones se están reduciendo de tanto apretarlos, mientras que ellos necesitan una talla mayor cada día. Ni la educación, ni la salud, ni el trabajo, ni la vivienda…¿en que hemos mejorado?.
Hay que decir que unos pocos se salvan, muy pocos, pero alguno o alguna si. El problema de esta minoría es que, en cuanto van por buen camino le salen enemigos y detractores hasta en sus propios partidos, y por supuesto en los medios de comunicación no afines, porque esa es otra, los tertulianos florecen como amapolas…pero la mayoría son cardos. El periodismo informativo, serio, documentado, sin intereses particulares; ese brilla por su ausencia.
Las ciudades han experimentado cambios que, en algunos casos, no se pueden considerar mejoras. Pretenden ser grandes y desangeladas urbes en detrimento de muchas de sus virtudes de siempre. Los alcaldes van de viaje, y de cada ciudad que les gusta se traen una idea para copiar en la suya. De esa forma vemos proliferar grandes norias, edificios con inspiración en los Emiratos, y no les extrañe que cualquier día de estos veamos una Torre Eiffel en Málaga o una Estatua de la Libertad en Almendralejo.
Ya no hay bares de los de siempre, quedan muy pocos y están en los barrios. ¿No les parece bien eso a los turistas o qué?, ¿o es que ya no son rentables porque los clientes nos hemos vuelto tontitos y los dueños abren más tarde y cierran más temprano, que todo hay que decirlo?. Ni España, ni Andalucía ni esas ciudades con encanto que siempre hemos disfrutado, se van a quedar atrás por guardar nuestro sabor y no entrar en absurdas competencias para ver quien tiene el edificio más alto o la mejor iluminación de Navidad; por cierto, para el que no lo sepa, la Navidad es esa fiesta a finales de Diciembre en la que antes se decía “Feliz Navidad” y ahora “Merry Christmas”, la que era muy familiar y ahora se ha convertido en comidas de empresa y compras; en la que estaban los Reyes Magos y ahora Santa Claus o “Santa” como dicen algunos emulando a los niños americanos.
Y por si era poco, la final de la Supercopa de ESPAÑA…¡se celebra en Arabia…! ¿será para facilitar a los aficionados de los equipos finalistas que puedan asistir al estadio a ver a esos equipos por los que pagan una pasta para adquirir sus abonos o sus entradas durante la Liga?…No, es por la puta pasta que unos degenerados se meten en el bolsillo mientras los palmeros se destrozan las manos aplaudiendo, y otros trincando.
Miguel Angel Sesarino