El resultado electoral es el resultado de las políticas nacionalistas. La sociedad vasca sigue anestesiada, prefiere no pensar en su pasado, ni en los 800 asesinados por ETA, ni en su evidente desindustrialización, ni siquiera en su pequeñez (los que han acudido a voto, poco más de 1.000.000, es exactamente ¡un tercio! de la población de la ciudad de Madrid…), ni en su cambio demográfico, ni siquiera en la violencia que sigue presente en la sociedad vasca. El nacionalismo ha gobernado ininterrumpidamente en la región, ha aplicado sus políticas durante más de 40 años y el resultado no ha sido la “vasquización”, sino la “alucinación vasca”. Hay pocas regiones del Estado que tengan una conciencia tan errónea de sí misma, de su propia historia y de su pasado reciente, como la comunidad autónoma vasca. “Alucinación” es creer que lo inexistente o lo que fue, es la realidad. Y la realidad es que en 2020 casi el 50% del electorado se abstuvo de participar en las urnas y la abstención en 2024 ha sido igualmente alta: el 38%. El euskera es obligatorio en la enseñanza, a pesar de que solo lo hablan el 18%.
Una sociedad que ya no es independentista.- La “alucinación” vasca llega a que los jóvenes confundan entre “independentismo” e “izquierda” y esto explica el porque el bloque nacionalista-indepe suma casi el 75% de los escaños, cuando solamente ¡el 18% de los vascos se declaran “independentistas”! En otras palabras, el votante vota sin reflexionar sobre a quién vota, sin ser coherente entre lo que vota y lo que cree… como en el resto de España. Pero lo cierto es que toda la inversión nacionalista en el terreno lingüístico (tanto en el País Vasco como en Cataluña), verdadera obsesión del nacionalismo, se ha revelado como un fracaso: los jóvenes son “nacionalistas”, incluso “independentistas” en el País Vasco… pero cada vez hablan menos euskera. Votan “abertzale” porque “es de izquierdas”, nada más, mucho más que por que sea independentista. Lo esencial, de todas formas, no es el votante (engañado inevitablemente por unos o por otros), sino la dirección de EH Bildu que tiene ínfulas de lograr algún día “la Gran Euzkadi” con Navarra y con las provincias vasco-francesas. Las encuestas sobre las posibilidades de independencia vasca indican a las claras que el ciudadano media no está por la labor. El PNV ya no es el del “plan Ibarretxe”, ni siquiera el sabiniano de “Dios y leyes viejas”: es un gestor de derechas conservador, algo horrorizado por los cambios que está teniendo la sociedad vasca y, mucho más, porque esos cambios, más que beneficiarle a él, benefician a su “competencia”, EH Bildu.
En condiciones normales, un País Vasco, sumido en un proceso de desindustrialización creciente, cada vez más similar en su estructura económica al resto de España, viviendo del turismo, con una demografía autóctona menguante y una inmigración en aumento y en donde vota algo más de un millón de ciudadanos, debería de pesar poco en la política española. Pero la constitución del 78, otorgó a esta región y a Cataluña, la posibilidad de decidir cuando ningún partido estatalista alcanza la mayoría absoluta en las elecciones generales. Por otra parte, la importancia concedida al País Vasco en 1978 se debía a la acción de ETA y al intento de desactivarla mediante el concierto económico y un estatuto de autonomía de “máximos”. Pero la situación más de cuarenta años después, es radicalmente diferente: el RH vasco está cada vez más difuminado.
Ignacio Pozo
CEO jurídico