Comentaba ayer, en su videoblog de esRadio Almería, mi compañero Rafa Martos, de www.Noticiasdealmeria.com, el último barómetro del Centro de Estudios Andaluces. Y uno de los datos que comentaba es el de que el PSOE pasaría del 28% al 23.5% y que solo el 7,4% querrían a Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía.
Es raro. Debe ser que los andaluces nos estamos volviendo muy tiquismiquis y que no queremos volver a repetir 40 años de enchufismos, de casos como el de Isofotón, temas como los de los EREs y el dinero gastado en prostitución y drogas entre otras lindezas, que no queremos repetir gobiernos que dejen pasar los años castigándonos en lo infraestructural, sin hospitales terminados, con carreteras en obras durante décadas, colegios con aulas prefabricadas y profesionales como los médicos o los maestros con los peores sueldos de España, mientras nuestro dinero se pierde por no sé qué agujeros y proliferan los chiringuitos para colocar a los colegas, allegados (con perdón) y sostenedores de carnés de partido entre los dientes.
Doña Susana sabe ya hace tiempo que es historia en el socialismo andaluz y, desde entonces, ha exhibido perfiles bastante dispares. La hemos visto desaparecer, hacerse una gotita de agua, pasar luego a convertirse en una fiera leona contra el gobierno, conciliar hasta el más infame peloteo con aquel con el que se daba de leches a cuatro manos en las últimas primarias de su partido y tratar de asirse con unas y dientes a un protagonismo que cada día pierde a borbotones.
Pero lo más curioso es cómo se van evaporando también sus más acérrimos seguidores. ¿O soy el único que se ha dado cuenta cómo han disminuido las comparecencias de prensa de los Sánchez Dalton, José Luis y Rodrigo, otrora no tan lejana incluidos en la agenda mediática hasta el sábados y domingos y ahora ocultos en la más recóndita tinaja?
Es lo que tiene el poder, que convierte en presuntuosos encantados de haberse conocido a los más significados tarugos, capaces luego de pasar a ser parte imperceptible del decorado, en cuanto siquiera huelen su pérdida de peso político.
Es raro. Debe ser que los andaluces nos estamos volviendo muy tiquismiquis y que no queremos volver a repetir 40 años de enchufismos, de casos como el de Isofotón, temas como los de los EREs y el dinero gastado en prostitución y drogas entre otras lindezas, que no queremos repetir gobiernos que dejen pasar los años castigándonos en lo infraestructural, sin hospitales terminados, con carreteras en obras durante décadas, colegios con aulas prefabricadas y profesionales como los médicos o los maestros con los peores sueldos de España, mientras nuestro dinero se pierde por no sé qué agujeros y proliferan los chiringuitos para colocar a los colegas, allegados (con perdón) y sostenedores de carnés de partido entre los dientes.
Doña Susana sabe ya hace tiempo que es historia en el socialismo andaluz y, desde entonces, ha exhibido perfiles bastante dispares. La hemos visto desaparecer, hacerse una gotita de agua, pasar luego a convertirse en una fiera leona contra el gobierno, conciliar hasta el más infame peloteo con aquel con el que se daba de leches a cuatro manos en las últimas primarias de su partido y tratar de asirse con unas y dientes a un protagonismo que cada día pierde a borbotones.
Pero lo más curioso es cómo se van evaporando también sus más acérrimos seguidores. ¿O soy el único que se ha dado cuenta cómo han disminuido las comparecencias de prensa de los Sánchez Dalton, José Luis y Rodrigo, otrora no tan lejana incluidos en la agenda mediática hasta el sábados y domingos y ahora ocultos en la más recóndita tinaja?