El mundo al revés

Recientemente, unos descerebrados en Inglaterra pedían que se mutilara convenientemente la película de los 70 “Grease”, tachándola de machista y xenófoba. Asimismo, pretendían que se hiciera lo propio con “Lo que el viento se llevó” por los mismos motivos.

Es asombroso comprobar la cualidad que tiene la humanidad para decir una cosa y hacer la contraria. Es fácil notarlo, sólo hay que fijarse un poco para darse cuenta de la poca convicción que destilan las acciones de los que, se supone, somos los reyes de la creación.
No me digan que no es un poco chocante que aquellas voces que a mediados de los setenta se desgañitaban en reclamación de libertad, una vez que la han conseguido la estén usando para prohibir todo aquello que no entra en sus cálculos; y se han producido paradojas tales como querer legalizar la marihuana mientras se sataniza a los fumadores, sin apreciar que, si bien el tabaco es perjudicial para la salud, no es menos cierto que la marihuana está detrás de patologías no sólo pulmonares; también mentales, violentas o de tipología delictiva.


Merecen capítulo aparte los delicados temas del machismo y la xenofobia, estos dos asuntos se nos están escapando a ritmo de vértigo. Pero no quiero abundar en la trágica situación que vivimos en ese sentido y que mejoraría algo si los legisladores afinaran mejor y los cuerpos de seguridad tuvieran más medios y más libertad, ya me entienden. A fín de cuentas, la solución para que nos respetemos debidamente entre sexos, nacionalidades, religiones o ideas políticas está en la educación, y posiblemente deberíamos de haber empezado por ahí hace ya mucho tiempo, pero no lo hemos hecho.


Recientemente, unos descerebrados en Inglaterra pedían que se mutilara convenientemente la película de los 70 “Grease”, tachándola de machista y xenófoba. Asimismo, pretendían que se hiciera lo propio con “Lo que el viento se llevó” por los mismos motivos. Lo curioso es que esa minoría que cree representar a una mayoría (idioma absurdo de la Democracia que considera que la unión de tres minorías que piensan distinto puede considerarse mayoría) pretende acabar con esas joyas de la filmografía de otras épocas mientras adoran a Maluma, Bryant Mayers, Almighty, David Guetta y Nicki Minaj, Kevin Roldan, Cali & Dandee…y un largo etc de artistas con letras repugnantemente machistas pero que los jóvenes de hoy (tanto ellos como ellas oiga) tararean mientras entran en trance.

Y eso sin contar que nuestro flamenco, que admiro desde el ámbito cultural y en la ejecución magistral de muchos de sus interpretes, es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y está sin embargo plagado de letras que ponen el vello como escarpias; lean si no a Jose Luis Buendía López (Universidad de Jaén) en “El maltrato a la mujer en las letras del cante flamenco”. Pero lo importante me da a mí que no es criticar, sino educar, porque esas mismas canciones machistas de hoy las he visto bailar a las mamás y los papás en fiestas de fin de curso, y son ellos mismos los que proporcionan móviles a niños y niñas demasiado pequeños aún para usar Imstagran, Facebook, Tik Tok…y otras prendas de ese calibre, y de dudosas consecuencias. ¿Donde están los valores, y quienes son los encargados de inculcarlos?


La libertad se ha convertido para muchos en una forma de joder a los demás, en una venganza rumiada durante años por los que no han tenido minutos de gloria, sin darse cuenta que lo que no tenían era gloria para tener minutos, y ahora pretenden, con su lógica cateta, ser la panacea del progreso, la modernidad y la educación. Pero se les ve el plumero, y en muchos casos, el culo.
Vivimos moméntos difíciles y ahora hay que demostrar nuestra categoría, y si no podemos demostrarla, es la hora de recuperarla, o de encontrarla…
El machismo o la xenofobia no se van a erradicar jamás dividiendo la opinión, creando grupos, ni siquiera con esas ridículas órdenes de alejamiento que los delincuentes se pasan por ahí mismo; es posible que sea mucho más efectivo modificar leyes, educarnos para poder educar, y sobre todo tener criterios propios que hagan posible sacudirse el dominio, la influencia y el veneno de las redes sociales.

La publicidad es necesaria para dar a conocer cualquier cosa, material o inmaterial; pero se hace peligrosa cuando es tan influyente que anula tu propio criterio. Sobran influencers, personal shopper, blogueros y demás personajes hambrientos de fama y “seguidores”, sería bueno dejar a los que si sirven para algo. Los imbéciles no deberían de votar, sean quienes sean.

Miguel Ángel Sesarino
Miguel Ángel Sesarino
-Periodista y comunicador jiennense afincado en Málaga desde 1984. Tras su paso por la Universidad Complutense comenzó a ejercer el periodismo en la Cadena Ser de Jaén, siendo destinado a Radio Andújar donde desarrolló labores de turno e informativos. Posteriormente dirigió y presentó magazines y programas especiales. En 1985 y 1986 dirige y presenta un programa nacional de larga duración en Radio Centro de Quito (Ecuador) para la Cadena Melodial, ampliado posteriormente a través del Callejón Interandino hasta zonas de Perú, Colombia y Florida (EE. UU.) Tras su paso por Ecuador trabaja en Málaga en emisoras locales (Radio Fahala, Radio Churriana). Posteriormente entra en la programación de la emisora de Cadena Radio Voz Málaga para pasar luego, desde el principio de sus emisiones a la cadena radiofónica EsRadio Málaga. Paralelamente ha escrito artículos de opinión y reportajes para diversas publicaciones en España, Ecuador y México, ha publicado dos libros de relatos cortos y otro está a punto de ver la luz. En la próxima primavera saldrá también una novela.

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