Había una vez un circo….

Compro la entrada y entro. El circo ha llegado a la ciudad y presenta un novedoso número que por su nombre ha despertado mi interés: “El bufón tránsfuga y su amigo el oso”. Ocupo mi asiento debidamente numerado y observo que el guión de la fábula plasmado en el flyer es realmente sorprendente, lo he de confesar, así que esto promete. Se apagan las luces y empieza el show. El bufón -protagonista principal de la obra- se presenta como un sujeto con cierta relevancia social previa -que en nada se relaciona con el servicio público-, que se lanza a la política atendiendo a la llamada de un partido. Lógicamente –de acuerdo con esa lógica de la sin razón de la que hacen gala los partidos políticos en la obra- se le coloca en lo más alto de las listas parlamentarias, o por si eso fallara, se le promete un futuro departamento ministerial –o similar- que en nada se relaciona con sus conocimientos.

Esto promete, es ingenioso porque ¿a quién en la vida real se le ocurriría hacer algo tan absurdo? El bufón es locuaz y brillante en su discurso –que es de una coherencia indiscutible- y el público aplaude extasiado y ya babeando. Ya los tiene en el bote… (nota del autor: esa reflexión no es ficción, sino que como espectador tengo la seguridad de que está en la mente del actor). El bufón tiene un curioso amigo, un oso pardo panchudo y gordinflón, que conforme transcurre la obra le susurra al oído que el partido hace aguas y parece que se va a pique poco a poco y de forma inevitable; pero que no obstante todo tiene solución –total están en política-. El subterfugio es hacer algo que de tan increíble pase por encima de todo asombro y moral, y dejando a todo el mundo a contrapié y sin tiempo de respuesta, les permita seguir a ambos en el chollo –total están en política-. La obra se pone cada vez más interesante.

Sospechosa y coincidentemente el bufón empieza a encontrar ciertas incómodas incoherencias entre el discurso de su partido y su moral inquebrantable. Sin duda la información de su amigo el oso tuvo más valor de lo que jamás imaginó, y llegó en el momento oportuno. Ve peligrar el regalo de su partido y hay que planear la alternativa. No lo va a negar, se ha acostumbrado al buen vivir institucional –una buena retribución y todo tipo de prebendas, ligado a la adicción al poder y relevancia social, con poco trabajo que afrontar que no sea el hablar- y no quiere renunciar a todo eso. La moral antaña, los coherentes y brillantes discursos y todas las ideas vertidas –especialmente poniendo a parir a la oposición política- han sido olvidados ya por un público que está rendido a sus pies, así que empieza a dar saltos en un trampolín para coger impulso (todo ello es coreografiado por un actor que interpreta el papel de domador de osos, y que acompañado de varios –entre ellos el amigo-, colocan una cama elástica donde el bufón salta, salta y salta).

El público grita extasiado, la diversión es máxima y ocurre lo inesperado: el bufón salta a un partido al que hacía muy poco estaba criticando a sablazos. Risas y más risas, algarabía y jolgorio en la grada. ¡Qué grande, por eso le llaman el mayor espectáculo del Mundo! ¡El guionista de todo esto es un genio, porque esto jamás podría pasar en la vida real! ¡Esto sí que es un show de pura ficción! El espectáculo está en su momento álgido y el público espera escuchar las brillantes explicaciones del bufón después del último salto mortal hacia atrás, invertido y con tirabuzón. El clímax está al caer…

¡El ansia por el servicio público, por ayudar a los demás! ¡El irrefrenable deseo de servicio por encima de todo, es lo que me guía y me une a vosotros! ¡Estoy aquí para salvaros, para vosotros! ¡Lo demás es irrelevante! ¡Da igual que haya puesto a bajar de un burro hace unos meses al nuevo compañero con el que me hermano! ¡Vamos a salvar a Madrid de la izquierda radical! (Nota del autor: esa izquierda radical no supone el menor peligro según los sondeos. Por cierto -y sigue la nota del autor- aunque en la obra no queda demasiado claro, el oso ni siquiera actuó; salió sólo para dar la información, colocar la cama elástica y poco más, porque se pasó de bando de forma animal –vaya como caga un oso- es decir, por la cara, porque me da la gana, en cualquier sitio, porque sí, porque ahora el cuerpo me lo pide, y porque me da igual lo que se piense sea quien sea el que mire. Fin -por ahora- de esta nota del autor).

El embelesamiento del público es máximo, la algarada ensordecedora, y puestos en pie aplauden con lágrimas en las mejillas tan gran sacrificio y discurso del bufón, como si de la vida misma se estuviese hablando… Su arenga los ha conmovido en tal forma que lo sacan del circo en hombros -y a su amigo el oso también no sin dificultades obvias, por lo que optan por llevarlo a pie-, se los llevan de copas, y los configuran como sus nuevos héroes en una confusión completa entre realidad y ficción.
Salgo a la calle tan rápido como puedo y ciertamente preocupado… he de confesar que hasta con miedo. Quizás todo empezó con el Gran Hermano –ese reality show televisivo que ha sido multiplicado en docenas de diferentes formatos y hasta hoy en día, y donde ser el más niñato y no tener educación alguna era lo que más te encumbraba hacia el famoseo posterior que te esperaba con los brazos abiertos-. O quizás fue anterior, vaya usted a saber si siempre estuvo ahí, o posiblemente antes por decoro al menos se disimulaba. Sería políticamente incorrecto decir –me acabo de dar cuanta que esta expresión hoy en día ya no tiene sentido- que para una parte substancial de la sociedad, esas formas y pérdida de referencias ha sido y está siendo su referente. Lo que nunca me imaginé es que parte de la clase política fuese a formar parte de dicho elenco. Ni yo, ni muchos otros.

Para una parte significativa de nuestra clase política vale todo; absolutamente todo. Hubo un tiempo en que la decencia, e incluso el miedo al futuro resultado electoral, frenaban algunas actuaciones, pero ahora nada de nada porque creen –no sin razón- que una gran parte de la sociedad traga con todo. La lista es tan larga como preocupante: desde negar con toda la cara la evidencia de todo tipo de corrupción más que probada; utilizar el dinero público para pagar prostíbulos y juergas similares; broncas parlamentarias que ni en las cuevas de los Neandertales, y así a través de una larga lista de incoherencias que tiran de espaldas se ha ido conformado el circo máximo y su número más indecente e impúdico. Yo a la obra la hubiese titulado “Aquí vale todo” pero bueno…


Recuerdo mientras paseo de vuelta a casa que siempre afirmé que en Ciudadanos había demasiada gente que rebotada de otros partidos –donde fueron ninguneados según ellos- lo llevaban lejos de ese centro moderado que el electorado esperaba; y que eso era un tipo de cáncer que junto con otros acabaría con él. Esos, esos que ahora están saltando a otros partidos –que han sido invitados por cierto sin pudor alguno también- cavaron parte de la tumba. Nunca fueron de centro y moderados; nunca formaron parte de ese proyecto. Estaban por conveniencia y venderían su propia alma por conseguir sus objetivos políticos como forma de vida acomodada –y porque seguramente no tenían más opción-. Seamos coherentes y dejemos la ficción: tiene sentido que cansado del bipartidismo te apuntes a un partido emergente que proclama la regeneración democrática; pero es una bufonada que habiendo hecho eso –y habiendo puesto a parir al bipartidismo durante años y desde esa posición- te apuntes al mismo alegando ganas de servir a la ciudadanía y ser útil. ¡Venga ya bufón, que aún queda público inteligente!


No obstante, reflexionando sobre la obra, me doy cuenta también de la posición de un público que ya se lo cree todo, que acude ante todo ello entre la credulidad bovina sin fundamento y la indolencia –que no sé que es peor-. En fin…
Venga, síganme que todos conocemos la música y letra: Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón, lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y de emoción…

Manu Durán.

Manu Durán
Manu Durán
Jurista con mas de 30 años de experiencia. Colaborador en las tertulias de EsRadio Málaga y Granada.

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