Alí Babá era un pobre leñador que vivía con su esposa en un pequeño pueblecito dentro de las montañas, allí trabajaba muy duro cortando gigantescos árboles para vender la leña en el mercado.
Trabajaba duro y duro y apenas le llegaban sus escasos ahorros para pagar el IVA de lo que compraba, ya que encarecía todo un 21%. Pero Alí Babá era un hombre honrado, así que a las puertas del verano declaró toda la venta de leña y las ganancias que había obtenido.
“Es que hacienda somos todos” le dijeron los ladrones, y además no es el mismo impuesto, este se llama renta y sólo te pedimos el 15% de lo obtenido.
Apenado llegó a su pobre casa y se encontró una nueva comunicación, le pedían el 1% del valor de su vivienda por patrimonio… resignado abrió su cajón para sacar los ahorros y en su lugar se encontró la tasa de basura, el IBI, el impuesto de circulación y el recibo de la luz -de los más caros de Europa por cierto-.
Maldita sea pensó ¿cuándo cambiará mi suerte? Al cabo de unos minutos, cuarenta políticos enchaquetados pasaron a galope frente a Alí Babá, pero no le vieron, pues este se había asegurado de esconderse muy bien para poder observarlos. Oculto entre las piedras pudo ver como a metros de distancia, uno de los hombres, a las puertas del Congreso gritaba: ¡Ábrete, Sésamo!
Se reían y bebían, “hoy hablaremos de la pobreza menstrual” decía una, mientras otro le replicaba “qué gran idea yo llevo ocho meses viviendo del lenguaje de género”. Pedro que parecía ser el jefe les replicó, “¿Pero no se hartarán de nosotros?”. Las risotadas sonaron al unísono, “no hombre cuando eso pase hablaremos del Rey, diremos que se ha fugado y recordaremos la República”, replicó Iván.
Y es que en este cuento, la justicia nunca llegó a apresar a los ladrones. Hasta tres asociaciones de jueces (hay cuatro) han declarado que el estado de derecho en España está en peligro, que la deriva política acabará en desastre y que existen mimbres serias para pensar que desde el gobierno se están sentando las bases de una futura dictadura comunista. Y es que si Europa no lo remedia no nos quedará mucho para evocar a la URSS de los 90 en los que la pobreza menstrual era real y las jóvenes rusas usaban calcetines en lugar de compresas. O en la actual Venezuela donde resulta imposible encontrar un rollo de papel higiénico.
España ya es el quinto país del mundo en tasa de paro (16,8%) por encima de Grecia, Brasil o Serbia, y justo por detrás de Venezuela, Sudáfrica o Sudán, todo un logro. Si los ladrones siguen así, pronto no tendrán más bolsillos que esquilmar.