´ ¿A qué le tienes miedo? Le pregunta un periodista a una famosa actriz de televisión. Ella, casi sin mover los labios, responde ´ ¡A nada! ´.
´ ¿A nada? ¿Estás segura? ´, insiste él, como queriendo decirle ´venga ya mujer, que no hay nadie en este mundo que no le tenga miedo a algo´. Luego de pensárselo un par de segundos, la actriz dice: ´bueno sí, le tengo miedo a que mi cuerpo desobedezca la ley de la gravedad y todo se venga abajo´.
Al parecer el periodista tenía razón. Todos le tememos a algo.
Lo que sucede, en el caso del miedo, es que nunca desaparece de nuestras vidas. Solo cambia, se transforma, muta con el tiempo, pero siempre está ahí, como un inquilino pesado que se resiste a aceptar que el contrato de arrendamiento terminó y debe abandonar de forma pacífica el lugar.
Afortunadamente, en esta época de tanta modernidad y empeño por desafiar lo convencional, la valentía pasó de estar de moda. Ahora, reconocer tus debilidades, más si lo haces en redes sociales, te hace parte de la mayoría cobarde, pero importante, que habita este planeta, y no del grupito pijo, el de los fortachones que ostentaron la bandera de la razón absoluta durante muchas décadas.
¡Miedosos somos todos! ¡Arriba los miedos!
Yo, por ejemplo, cuando era pequeña, le tenía terror a la oscuridad, a irme sola a mi cama por las noches–pensaba que debajo de ella vivía un monstruo peludo que me tomaría por un pie y me arrastraría a otra galaxia- y que mi madre olvidara recogerme al mediodía en el colegio. Si algo tienen los miedos es que son tan dramáticos como una telenovela latinoamericana.
En algún momento estas sombras se fueron, pero entraron otras, con diferentes formas y profundidades: una pesadilla recurrente en la que me veía sentada en un salón de clases, asediada por extraños sin poder hablar; ver que el cielo anunciara tormenta eléctrica o salir de casa con la sensación que había olvidado el móvil. Lo ven, nuca se está libre del todo.
Lo que sucede, es que los seres humanos tenemos esa bendita –y trágica también- capacidad de aprender y desaprender a medida que evolucionamos. Desechamos costumbres, creencias y hasta pensamientos, para darle paso a ´lo nuevo´. Nos adaptamos, muchas veces de forma automática, sin estar consientes del terreno que estamos pisando. Por eso, en medio de esta mutación de miedos, puede ocurrir que muchos de estos no solo aparezcan de acuerdo con nuestras propias vivencias, sino que también sean inoculados por terceras personas.
Estamos expuestos a una gran cantidad de mensajes que, subliminalmente, condicionan nuestros comportamientos y hasta decisiones. Basta con detallar qué nos dicen los políticos, los medios de comunicación o los denominados influencers y cómo actuamos una vez recibida la información. Hay muchos discursos construidos sobre la base de los miedos y estos, quizás, sean los más peligrosos. ´Si no votas por mi, perderás las ayudas económicas´. ´Si le vas al otro partido político, te lo quitarán todo´.
Ahora mismo, si ese periodista me preguntara a qué le tengo miedo, le respondería sin pensármelo: ¡a la factura de la luz!
Betty Hernández.
La factura de la luz!!! Miedo y terror!!! ?