Carta abierta a un granadino anónimo

Granada 10 de diciembre de 2021

Querido ciudadano:

Valga como exordio el absoluto respaldo a nuestros principios constitucionales. En un momento pensé que podría dirigirme a aquellos que han predicado en el desierto y se les han revuelto las piedras como balas. Algunos tuvimos que refugiarnos en las catacumbas eremitas del olvido. Pronto, tras las primeras líneas, me di cuenta de que podría referirme al concepto abstracto de los que vivimos en esta hermosa tierra, bajo la sombra extensa de los granados e inspirados por el símbolo alargado del ciprés.

Luego decidí dirigirme a los políticos, aquellos que han instituido el besamanos, el artilugio de la bisagra bien engrasada, la mamporrera ciencia de enriquecer al poderoso corrompiendo los más nobles principios que inspiraron a Tommaso Campanella o a Nicolas Maquiavelo, en tanto envilecen al débil y lo hacen indigno de sus sagrados raciocinios. Luego vi de su inutilidad, frente a la necesidad del sustento de cada día. “Primus vivere deinde philosofare”.

Esta moda de la señal de identidad, inventada para diferenciarse y obtener ventajas comparativas, es tolerable cuando se sustenta en la historia. En nuestro caso, el reino propio estuvo vigente desde 1.238 hasta el 1.833. Es decir, seis siglos eliminados malintencionadamente de la historia. Esos años, prorrogados por el Decreto de Escosura. Andalucía era aquello y Granada era esto.

En la Primera República, tachadas nominalmente las acepciones lingüísticas referidas a la realeza, se denominó la Andalucía Alta, siempre bien diferenciada de la Baja. Moret, Silvela y Sánchez de Toca mantuvieron tal organización administrativa hasta 1.891. El primer intento serio de desaparición por absorción inversa tuvo lugar en 1.933, en la llamada Asamblea de Córdoba. En 1.980 el PSOE sevillano, henchido de ardores guerreros, logró la desaparición del reino histórico y su cualificación administrativa y se inició el desmantelamiento y vaciamiento de su significado, en perjuicio lamentable de sus ciudadanos y de su historia.

Una especie de venganza ruin, de deslealtad institucional y de insolidaridad interterritorial. El Reino de Granada, junto a Castilla, León, Aragón y Navarra, constituyen la unidad histórica que conforma España y aparece en su blasón. En ningún caso figura, ni Andalucía, ni Sevilla, ni Cataluña, ni las Vascongadas. Es como hace el independentismo catalán tergiversando la historia en beneficio propio e inconfesable.

Los autores materiales fueron políticos de Barataria, verdugos especializados en dar garrote vil al pasado, aunque el humillante castigo lo sufren el resto de los ciudadanos que por un plato de lentejas ven enajenada su primogenitura. Políticos de poca monta, elegidos para el arte de birlibirloque, especialidad pensada para birlar, hurtar o estafar por sorpresa, con destreza y maestría y dotados de engrasados flejes escopleados, en tanto suenan las palmas y fandangos. Su cometido, el silencio cómplice.

Granada fue intencionadamente destrozada por los efluvios que emanan del Guadalquivir. En la constitución de la “preautonomía”, se consideró por la UCD una distribución del poder localizando Consejerías por el territorio. Luego el PSOEA centralizó las decisiones mediante una férrea disciplina potenciadora del centralismo desequilibrador del territorio. Hubo sus opositores como el alcalde Jara o el mismo Pepote y las consecuencias ya fueron conocidas. (¿tú qué eres, borbollista o guerrista?). Lo cierto es que Granada tuvo algunas concesiones en el binomio “Borbojarista”, después se impuso la deleznable frase bien sabida: “A Granada, ni agua”.

Los intolerables intentos de reducir a la nada lo que fue La Real Chancilleria y su miserable reconocimiento en el TSJA, atacado sistemáticamente por político y profesionales en el enésimo intento por resituarlo en Sevilla o Málaga, olvida que los granadinos llevamos más de 40 años desplazándonos a Sevilla a resolver cualquier asunto o alentados por la Sra. Carazo para que viajemos desde allí a cualquier lugar del mundo. ¡Menudo lengüetazo camaleónico”!

La historia está repleta de desprecios, olvidos, agravios, birlibirloques y venganzas por no bailar por sevillanas. Las fundaciones de los Reyes Católicos o las del Emperador, la riqueza histórica, el sentido propio, las raíces culturales, la Universidad, los recursos olvidados. Cuando este proceder se traslada al presupuesto de la dichosa autonomía o inspira a los PGE, surgen algunas voces indignadas. Han descubierto el arte de utilizar los derechos ciudadanos como mercancía de promesas permanentemente incumplidas.

Todo lo de Granada queda pequeño y eternizado por las migajas marginales del engaño, la palabrería vana de realidades y ensueños que encierran carcajadas de desprecio, retahílas de vergüenzas que se encadenan en la historia y que asoman con el efecto racionalizador del anatema específico y ad hoc: “provincianismo agraviador, comparativo y cateto”. ¿Cuánto tiempo tardó en hacerse el PTS?, ¿y la autovía de Granada a su Costa?, y el cierre de la autovía del Mediterráneo?, ¿y la Bailén-Granada?, ¿y el AVE y sus carencias y sus vergüenzas?, ¿y el desprecio de Álvarez Cascos que fue a Málaga para hablar de Granada?, ¿y el cierre de la comunicación de Granada con el Levante? (Recuerdo que el argumento de la Junta se basó en cuestiones de déficit, cuando ellos mantuvieron la conexión de Sevilla con Badajoz, mucho más deficitaria), ¿y la mezquindad de la Expo?, ¿y la concienzuda marginación de Granada con los Centros Tecnológicos?, ¿y la permanente consideración culpable del entorno de población como ciudad de tercera?, ¿y los años de obras permanentes del metro, segunda circunvalación, presa de Rules, programas de cierres hospitalarios, ridícula y escandalosa restricción inversora en el aeropuerto?, líneas de trasporte eléctrico, intentos de recentralización sevillana de la gestión de los elementos clave de la ciudad, Parque de las Ciencias, Sierra Nevada, La Alhambra, Consejo Consultivo, Escuela Andaluza de Salud Pública, negativa histórica a la creación de puertos deportivos en la Costa, en tanto se prodigan en otras provincias del entorno.

A ello habría que añadir la increíble decisión de suspender la creación del Área Logística de Granada, una vez transcurridos más de 10 años de trámites de licencias y abrir un nuevo programa, el PITMA que durará otros 10 o más años de nuevos trámites duplicados, la escandalosa apuesta de la Junta por el Corredor Central frente al programa europeo que apuesta por el Corredor Mediterráneo, esencial para conectarnos con Europa. Y yo me pregunto, ¿Para qué quiere Granada seguir conectada a Andalucía? Es un “estatus quo” que solo beneficia a aquello que nos perjudica.

La pésima situación medioambiental y de comunicaciones tiene su origen en el falaz argumento de protección de la Vega. La Junta, a través de la Comisión Provincial de Urbanismo, impidió el crecimiento de Granada Capital con aquel supuesto generalizado, permitiendo, sin embargo, que los pueblos del cinturón crecieran a placer y se comieran de hecho la Vega. La locura de los desplazamientos, la ridiculez de las inversiones, los plazos de ejecución de obras, la pertinaz ceguera interesada por asignar una estadística poblacional de 240.000 habitantes a una situación real que supera los 560.000, ha dañado de muerte a Granada ante la mirada atónita de sus ciudadanos y el aplauso socarrón de quienes vienen disfrutando con ello, a través de los recursos robados.

Desde el principio, con este asunto de la Autonomía, ya Granada perdió la IX Región Militar. (El MADOC fue cosa de algunos militares de alto rango que se movieron en círculos compensatorios y cogieron desprevenidos a los que danzaban en días de feria). Se ha llegado hasta ningunear los enormes recursos prehistóricos de Orce, boicoteando a los científicos que los descubrieron.

Desde Sevilla se llegó a pensar consagrar a la Universidad de Granada como literaria y de humanidades. Allí se abrieron tres universidades más, incluso abrieron la espita de las privadas autorizando Loyola, en tanto se deniega para Granada cualquier opción en este sentido. ¿Aún seguimos pagando el pato de la persecución del “jarismo”?.

Querido granadino, la autonomía ha sido la ruina de esta ciudad y provincia y no nos es permitido intuir cambios. Los políticos se han refugiado en una Ley electoral que permite estas afrentas y obliga, por tanto, a procesos revolucionarios, de los que los años no nos licencian digerir. Recuerdo cuando se inició este disparate y tengo que reconocer que la UCD tenía razón. Nos engañaron. Hoy, encandilados por el mito del eterno retorno, han erigido un monumento virtual a Mircea Eliade.

No se ve en el horizonte una perspectiva correctora, ni tan siquiera una opción seria que contrarreste este desaguisado. Las instituciones están en lo suyo y los ciudadanos, obnubilados por el encanto de la ciudad, han olvidado que nuestro deber ciudadano ha de decir, ¡basta!, hasta aquí hemos llegado, son lícitas y constitucionales otras opciones.


José Prados Osuna
Economista (JUNTOS x GRANADA)

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