Lo normal y lo valiente

Hace unos días apareció, como polvo sahariano, cientos de publicaciones en las redes sociales con titulares que más o menos decían que Camila Cabello era valiente. Yo, ignorante de quién era la chica pero curiosa por saber qué proeza había hecho para merecer tal adjetivo, hice lo que cualquier persona seria haría en mi lugar: buscar en Google.

En mi proceso de investigación descubrí dos cosas: que Camila es una cantautora y actriz cubana-estadounidense (gracias Wikipedia, perdónenme fans) y que el título de valiente se lo había ganado porque se la estaba pasando bomba, dándose unos buenos chapuzones en la Costa de Nápoles, desde un yate con un bikini naranja.

Valiente por hacer lo que toda mujer, da igual la edad, hace en verano.
Valiente por usar ´un diminuto bikini´.
Valiente porque es famosa y no tiene un cuerpo fibroso.

Perdimos el norte, la cordura, la brújula, el sentido común. Perdimos todo. Nos perdimos. O muy probablemente la que está perdida soy yo y no lo sé aun.

No tengo nada en contra de Camila Cabello. La pobre no tiene la culpa de haber caído en la trituradora mediática, esa que convierte en viral asuntos sin importancias, porque me van a disculpar pero ningún cuerpo (da igual que sea de un hombre o mujer) merece convertirse en tendencia, bajo la etiqueta de ´valiente´, solo por vestir un traje de baño de dos piezas. Insisto: ¡perdimos el juicio!

Justo cuando escribo esto, España atraviesa una ola de calor de las buenas. En Granada estamos a 40 grados y yo solo puedo pensar en las mujeres musulmanas que consigo siempre en el supermercado, cubiertas de pies a cabeza. Cabellos, brazos y piernas no pueden recibir ni un solo rayo del sol. Solo las niñas saben lo que es el roce del viento en la piel hasta que les llega la primera regla, a partir de ahí la vida cambia, solo para ellas, por supuesto. Deben esconderse, convertirse en invisibles, desaparecer entre metros de telas, preferiblemente de colores oscuros, para no provocar, para que nadie las vea. Son algo, sin identidad, sin verbo, sin libertad.

Me molesta verlas, envueltas como un regalo, a 40 grados a la sombra. Y me molesta no porque sea xenófoba, sino por la opresión y la injusticia que viven esos cuerpos andantes que no se les considera seres humanos. Lo irónico de todo esto es que en Occidente cuando una Camila Cabello, o una Fulana, o una (pon el nombre que quieras aquí) con absoluta libertad de pensamiento, decisión y albedrío viste o hace lo que quiere, se le considera valiente. Y demos gracias por la condescendencia que tuvieron con esta famosa, porque Chanel Terrero, la representante de España en el Festival de la Canción de Eurovisión, fue acribillada en redes sociales -en medios convencionales también e incluso por grupos feministas- por mostrar su estupendo y tonificado culo, durante la presentación en el festival.

En los tiempos que corren, el solo hecho de salir de la cama por las mañanas, todos los días, es un verdadero acto de valentía (no usar un bikini naranja); un autónomo, un maestro, un medico es lo más cercano a ser un superhéroe (no una mujer que disfruta de un día de sol en alta mar). ¿Valiente? Valiente es mantenerte en pie cuando recibes la factura del servicio de luz todos los meses o llevar solo el rostro descubierto a 40 grados centígrados. Dejemos los discursos populistas a un lado y reconectemos los cables de lo normal, lo urgente y lo necesario.

Betty Hernández.

Betty Hernández
Betty Hernández
Periodista, locutora y migrante. Experta en escritura digital, periodismo institucional, radio y redes sociales. Es venezolana, de padre canario y madre portuguesa, vive en Granada desde 2019.

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