Hace muchos años, cuando exorcizaban a los endemoniados, estos arrojaban sus demonios en forma de sapos y culebras, según cuentan los antiguos, y les salían por la boca para abandonar su cuerpo, que de esta forma quedaba sanado.
Esto es mucho creer, como ustedes pueden pensar, pero estamos sumergiéndonos, una vez más, en una época en la que podrán comprobar que no es del todo incierto.
La nueva campaña electoral volverá a subir a las tribunas, atriles y escenarios de todo tipo a personajes variopintos que arrojarán sapos y culebras por sus bocas, a pesar de que los endemoniados seamos nosotros.
El nuevo espacio de tiempo dedicado a oír a candidatos y adláteres despotricar de sus adversarios, sin aportar como antídoto cuestiones programáticas que sean creíbles, demostrará de nuevo que esto no marcha bien. Solamente hay que comprobar lo que dijeron la última vez y lo que han hecho realmente. Y esto se repite y se repite mientras los panolis nos vamos acostumbrando y casi tenemos asumido que no vamos a sacar nada en claro.
Algunos accederán por primera vez a los círculos de poder y representación, y ya no querrán abandonarlos jamás. Otros seguirán aferrados a sus poltronas, intentando resistir en una profesión que tanto beneficio les deja y tanta categoría social les aporta. Muchos esperaran el triunfo del amiguete para intentar beneficiarse en cuanto pueda; y todos dirán que han mejorado bastante cuando termine el recuento, aunque este les haya dado un buen disgusto.
Capítulo aparte merecen los que cambian de partido como si cambiaran de coche: Si aquél al que representan va mal o incluso puede desaparecer, pues nada, ¡nos vamos a otro!. ¿Dónde quedan hoy las ideologías y los principios…? Unos y otros justifican el asunto: Los que se marchan hablan de “aportar su experiencia a un proyecto que les parece ilusionante”, los que recepcionan desertores o expulsados quieren aprovechar el tirón del personaje en cuestión para capturar a sus votantes…¿dónde están los ideales?.
La historia ha demostrado en bastantes ocasiones la debilidad humana ante la posibilidad de adquirir poder y la contrariedad que supone el que otros manden en ti. El pueblo israelita vivía cautivo y oprimido por los faraones egipcios; pero cuando fue libertado por Moisés tardó poco en constituirse en una democracia de facciones que pronto cuestionó al propio libertador, se enfrentó de forma fratricida y, como no, creó falsos ídolos a los que adorar.
Les propongo que en esta ocasión anoten las promesas electorales en un cuaderno. Pueden hacerlo con el partido que quieran; uno de ellos ganará, posiblemente tendrá que pactar y para esto no hay ética, lo harán con aquel que lo apoye, independientemente de sus conceptos políticos, sociales o éticos. Después podremos comprobar, con el paso del tiempo y de esa legislatura, lo fácil que les resulta incumplir lo prometido y lo hábiles y descarados que son para justificarlo si se les demanda. Los demás partidos se tendrán que conformar con ser oposición y entrar, en muchos casos, en el terreno del insulto parlamentario, disciplina esta que han aprendido muy bien, con honrosas excepciones, las nuevas generaciones de políticos triunfadores.
Es muy posible que se produzcan sobresaltos de última hora para aquellos que “estaban en las quinielas” y a la postre no figuran en “puestos de salida”, o simplemente no figuran.
Las guerras entre aparatos de partidos y equipos de gobierno (en el caso de los que gobiernan) serán crueles y cruentas, bañando de sangre los pasillos de las sedes, despachos privados y restaurantes cercanos, donde germánicos y bizantinos revivirán el Cisma de Oriente.
Llegan tiempos de visitas, cámara de televisión incluida, a los mercados, para sonreír (dientes, dientes, que diría la Pantoja) a la señora que compra verduras a precio de caviar o a la pescadera que se ve negra para vender la mitad de mercancía que vendía antes. Si hacen caso a mi consejo y anotan todo eso en la libreta podrán comprobar algún tiempo después que nada habrá cambiado, al menos para mejor.
Sonreirán también todos los cortesanos que rodean al candidato, por el simple hecho de ver como sonríe el líder, aunque no se hayan enterado de lo que ha dicho.
Volverán a llenarse palacios de congresos, recintos deportivos, y demás espacios aptos para el asunto, de banderitas, globos, camisetas con el slogan de campaña, abrazos fraternales, promesas…en fin, lo de siempre.
En todos los actos, los diferentes candidatos serán vitoreados al grito de ¡alcalde, alcalde…!, aunque muchos de los que lo hacen tengan bastante claro, aunque sea en los fondos abisales de su entendimiento, por mínimo que pueda ser, que su candidato tiene menos posibilidades de gobernar que yo de ganar el Tour de Francia.
Difícil lo tendrán los encargados de confeccionar las listas, esas listas para las que no consultan a los votantes, que se rellenan a base de aplicar criterios poco democráticos y en la que siempre aparecen algunos nombres de comparsas y otros de inútiles. En la historia lo pueden comprobar ustedes con facilidad.
Miguel Ángel Sesarino